ESPIRITUALIDAD DEL MAGNÍFICAT (Alfonso)
La “espiritualidad del magníficat” tiene a María de Nazaret como protagonista en sus múltiples aspectos: madre, mujer, hija del pueblo, amiga, creyente, joven y pobre. El arraigo que ella tiene en Argentina, y creo que en toda América Latina suscita al recién llegado de Europa sorpresa e incapacidad de comprensión, porque aparece como sentimiento no tematizable racionalmente. Pero no ahondar suficientemente esta dimensión nos impide conectar con “el alma joven y pobre” del pueblo latinoamericano:
Madre. Está muy arraigada en la cultura de los pueblos originarios la “Pachamama” o “madre tierra”, ese sentimiento de agradecimiento y pertenencia ecológica a una tierra de la que venimos y a la que regresamos, “de quien recibimos la vida y a quien con la nuestra engendramos”, que se manifiesta en una veneración por la madre de modo muy superior al padre. Pienso que este sustrato cultural está presente a la hora de contemplar en María su maternidad, como Madre de Dios y Madre nuestra. Es cierto que esta veneración mariana puede rayar en idolatría al colocarla por encima de Dios mismo, pero nos enseña a desplegar el rostro maternal de la comunidad, como hogar de acogida incondicional, de relaciones de amor condescendientemente asimétricas, tal como Francisco de Asís recordaba: entre hermanos amaros como una madre ama a sus hijos.
Mujer. Ser mujer en América equivale en muchos casos a ser abandonada y oprimida en un contexto aún marcadamente machista, generador de muchas madres solteras. María representa el rostro vulnerable con el que muchos pueden identificarse en su propia fragilidad, recibiendo ternura y vigor genuinamente femeninos. La dimensión femenina puede desarrollar ese “anima” compasivo y paciente que equilibre un “animus” masculino vinculado a lo proyectivo y a la acción.
Hija del pueblo. La evangelización colonial primera venía asociada a una paradoja que los indígenas no podían comprender: el Dios crucificado de los conquistadores era celoso y cruel y no permitía más que el sometimiento y la imposición cultural. La evangelización en América recibe un fuerte impulso desde la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego: dialoga con un pobre y oprimido en el idioma del pueblo, vestida con la ropa típica. María de Guadalupe, como multitud de otras invocaciones, es ejemplo de evangelización inculturada, por lo que es sentida como propia por los sectores más humildes en los que más fuertemente arraiga la religiosidad popular.
Amiga. La amistad es un rasgo muy valorado en Argentina, y se verifica en la visita que abre al encuentro, al diálogo íntimo y al servicio generoso. Un ejemplo paradigmático es el de la visitación de María a su prima Isabel, donde los anteriores elementos se ponen de relieve. Hacer experiencia de visitación exige éxodo saliendo de las propias seguridades y posibilita la correspondencia de modo que la comunidad visitante, que se arriesga a jugar en campo ajeno, sea luego visitada y muestre su amistad hecha hospitalidad.
Creyente. El himno del magníficat es el primer manifiesto de teología de la liberación, cargado de fuerza subversiva y revolucionaria, fruto de una fe que es memoria agradecida y de una esperanza inquebrantable en el Dios de los pobres. Su fe es traducible en estilo de vida bienaventurado y comprometido.
Joven. Ella es espejo desde el que comprender la audacia de tantos jóvenes por hacerse cargo de su vida y de la de otros. En María joven tenemos el modelo de identificación más claro con el que volver a las fuentes del amor primero y renovar y revivir el carisma fundacional. Junto a ella contemplamos al Hijo crucificado, joven y pobre, viviente en el hombre oprimido.
Pobre. La pobreza puede ser humillante y deshumanizadora, ajena y opuesta a la voluntad de Dios, pero también hay una pobreza que es evangélica, terreno fértil donde crece la bienaventuranza y la confianza firme en la Providencia. La pobreza de María en Nazaret y Belén, la intemperie de sus caminos y la compañía sufrida junto a su hijo en la cruz se actualizan en tantas situaciones que vemos o escuchamos cotidianamente.
La “espiritualidad del magníficat” tiene a María de Nazaret como protagonista en sus múltiples aspectos: madre, mujer, hija del pueblo, amiga, creyente, joven y pobre. El arraigo que ella tiene en Argentina, y creo que en toda América Latina suscita al recién llegado de Europa sorpresa e incapacidad de comprensión, porque aparece como sentimiento no tematizable racionalmente. Pero no ahondar suficientemente esta dimensión nos impide conectar con “el alma joven y pobre” del pueblo latinoamericano:
Madre. Está muy arraigada en la cultura de los pueblos originarios la “Pachamama” o “madre tierra”, ese sentimiento de agradecimiento y pertenencia ecológica a una tierra de la que venimos y a la que regresamos, “de quien recibimos la vida y a quien con la nuestra engendramos”, que se manifiesta en una veneración por la madre de modo muy superior al padre. Pienso que este sustrato cultural está presente a la hora de contemplar en María su maternidad, como Madre de Dios y Madre nuestra. Es cierto que esta veneración mariana puede rayar en idolatría al colocarla por encima de Dios mismo, pero nos enseña a desplegar el rostro maternal de la comunidad, como hogar de acogida incondicional, de relaciones de amor condescendientemente asimétricas, tal como Francisco de Asís recordaba: entre hermanos amaros como una madre ama a sus hijos.
Mujer. Ser mujer en América equivale en muchos casos a ser abandonada y oprimida en un contexto aún marcadamente machista, generador de muchas madres solteras. María representa el rostro vulnerable con el que muchos pueden identificarse en su propia fragilidad, recibiendo ternura y vigor genuinamente femeninos. La dimensión femenina puede desarrollar ese “anima” compasivo y paciente que equilibre un “animus” masculino vinculado a lo proyectivo y a la acción.
Hija del pueblo. La evangelización colonial primera venía asociada a una paradoja que los indígenas no podían comprender: el Dios crucificado de los conquistadores era celoso y cruel y no permitía más que el sometimiento y la imposición cultural. La evangelización en América recibe un fuerte impulso desde la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego: dialoga con un pobre y oprimido en el idioma del pueblo, vestida con la ropa típica. María de Guadalupe, como multitud de otras invocaciones, es ejemplo de evangelización inculturada, por lo que es sentida como propia por los sectores más humildes en los que más fuertemente arraiga la religiosidad popular.
Amiga. La amistad es un rasgo muy valorado en Argentina, y se verifica en la visita que abre al encuentro, al diálogo íntimo y al servicio generoso. Un ejemplo paradigmático es el de la visitación de María a su prima Isabel, donde los anteriores elementos se ponen de relieve. Hacer experiencia de visitación exige éxodo saliendo de las propias seguridades y posibilita la correspondencia de modo que la comunidad visitante, que se arriesga a jugar en campo ajeno, sea luego visitada y muestre su amistad hecha hospitalidad.
Creyente. El himno del magníficat es el primer manifiesto de teología de la liberación, cargado de fuerza subversiva y revolucionaria, fruto de una fe que es memoria agradecida y de una esperanza inquebrantable en el Dios de los pobres. Su fe es traducible en estilo de vida bienaventurado y comprometido.
Joven. Ella es espejo desde el que comprender la audacia de tantos jóvenes por hacerse cargo de su vida y de la de otros. En María joven tenemos el modelo de identificación más claro con el que volver a las fuentes del amor primero y renovar y revivir el carisma fundacional. Junto a ella contemplamos al Hijo crucificado, joven y pobre, viviente en el hombre oprimido.
Pobre. La pobreza puede ser humillante y deshumanizadora, ajena y opuesta a la voluntad de Dios, pero también hay una pobreza que es evangélica, terreno fértil donde crece la bienaventuranza y la confianza firme en la Providencia. La pobreza de María en Nazaret y Belén, la intemperie de sus caminos y la compañía sufrida junto a su hijo en la cruz se actualizan en tantas situaciones que vemos o escuchamos cotidianamente.
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